21/4/09

Zumthor

El Pritzker concedido al arquitecto suizo es una rara y excelente noticia arquitectónica
La lista de ganadores del premio Pritzker reúne a la aristocracia de la profesión arquitectónica actual. Se trata de un gold gotha al que en tiempos recientes se accede dando voces; es decir, produciendo formas imprevisibles, muy llamativas, y aplicándolas a edificios que a primera vista quitan el hipo. En el último tramode dicha lista se codean, entre otros, Piano, Foster, Koolhaas, Herzog & De Meuron, Utzon, Hadid, Mayne, Rogers y Nouvel, productores de algunas construcciones cuya vocación secreta –o no tan secreta– parece ser la de convertirse en el icono de una ciudad.
Por el contrario, escasean en tal relación los profesionales que prefieren una música callada, reflexiva, discreta, que a la postre genera arquitecturas sobrias, pero no por ello menos contundentes ni hermosas. Cabría incluir en este apartado al australiano Glenn Murcutt, laureado en el 2002, y ahora al suizo Peter Zumthor, cuyo galardón, correspondiente al año en curso, se hizo público días atrás.
¿Qué pasa por la cabeza de un tipo como Zumthor, capaz de proyectar como quien susurra, de vivir aisladoy entregado al cultivo de la sensibilidad, accediendo por esa vía solitaria a la élite mundial? He acudido en busca de respuesta a Atmósferas, un breve volumen publicado por la editorial Gustavo Gili en el 2003, donde se recoge una luminosa conferencia-decálogo pronunciada por Zumthor de la que a continuación entresaco dos ideas. Primera: "La calidad arquitectónica no es, para mí, ser incluido entre los líderes de la arquitectura o figurar en la historia de la arquitectura, que te publiquen, etcétera. Para mí la realidad arquitectónica es que un edificio te conmueva o no". Segunda: "El mejor cumplido que se me puede hacer no es que alguien vengaydiga sobre un edificio que he hecho: "¡ajá, aquí has logrado una forma supercoool!", sino que todo encuentre su explicación en el uso".De modo que para Zumthor, la buena arquitectura es aquella que conmueve y cobra sentido gracias a su utilidad. A bote pronto, no parecen dos virtudes que suelan ir de la mano. Una apelaría a las emociones abstractas, indefinibles; la otra se relacionaría con el pragmatismo y la cotidianidad: lo elevado frente a lo terrenal. Sin embargo, hay un nexo entre ambos conceptos, aunque probablemente esté sólo al alcance de quienes trabajan sobre la base de una gran calidad personal y profesional, e impulsados por la mayor autoexigencia. Porque a estas alturas es relativamente fácil conmocionar al público con formas perturbadoras; o satisfacer todas las necesidades del cliente, descuidando la formalidad del edificio. Pero es muy infrecuente que la emoción y la funcionalidad coincidan en una obra como coinciden en las de Zumthor. De ahí que el Pritzker de este año sea una rara y excelente noticia para la arquitectura.
MOIX, Llàtzer. "Zumthor". La Vanguardia (19 Abril 2009)

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